En ocasiones, en nuestro pasado, dejamos de hacer alguna cosa por determinada razón. Decidimos que ya no merecemos hacer esas cosas. O que estamos demasiado viejos; o que es un capítulo que ya cerramos de nuestra vida.
El problema radica en que a veces, estas cosas nos son preciadas. Son dones, son parte de nuestro bienestar o nuestro autocuidado. Siendo así, negamos su importancia en nuestra vida.
En mi caso, aunque soy terapeauta de movimiento, instructora, líder de talleres, y me dedico a enseñar movimientos, de alguna manera decidí que ya no podía bailar a manera de actuación; que aquello estaba en el pasado, que ya no lo merecía, o que ya no era algo mío. Que eso era para los bailarines profesionales, quienes se dedican por trabajo al movimiento. Y ahora, me desempeño en las artes de sanación. Animo a los demás a moverse. Y claro, me muevo, pero no a manera de actuación.
Últimamente, he reclamado este derecho y este espacio para moverme para mí en forma terapéutica; moverme porque es mi derecho de nacimiento, parte de mi autocuidado, parte de mi espíritu, mi salud espiritual… y porque es un obsequio que puedo darme a mí misma.
Recientemente, grabé esta danza, esta ofrenda hacia la madre tierra, el viento, el agua. Y quise compartirla con ustedes. Tras grabarla, se la envié a mi queridísima maestra, quien compuso la música y la editó: Esta breve danza. Espero que disfruten este obsequio, esta ofrenda… Este pequeño ritual.
Y, esta semana, les invito a considerar esto: ¿Qué cosa pueden reclamar de su pasado? ¿Qué obsequio de autocuidado y auto-amor pueden brindar a su persona? No me refiero a consentirse ni premiarse, sino más bien obsequios de autocuidado. ¿Qué es lo que necesitas en tú vida, que pudieras reclamar para tu salud, tu bienestar, y tu crecimiento emocional y espiritual?
¡Muchas gracias!
Con amor,
Ashley.